La necesidad de ser amado es una de las necesidades más fuertes del ser humano, y cuánto más los niños, que necesitan del cuidado y sostén de los mayores que estén a su cargo.
Renés Spitz, un reconocido psicoanalista, hizo una observación en un hogar de huérfanos: allí los niños no tenían falta de comida ni de sueño, pero la atención que recibían era escaza, y era mucho esperar alguna demostración de cariño o amor de parte de los cuidadores.
Spitz se encontró con la cruel realidad de que un 30 % de los niños morían antes de llegar al año de edad. Esto lo llevó a concluir que el hambre de amor es tan peligrosa como el hambre físico. “Sin satisfacción emocional los niños mueren”.
La pregunta que debemos hacer a los padres no es: “¿Usted ama a su hijo?”, porque seguramente su respuesta será afirmativa, pero sí podríamos preguntar: “¿saben sus hijos que usted los ama?”. Muchos padres dicen amar a sus hijos pero apenas lo demuestran, consideran que si nada les falta no necesitan más. Pero el desarrollo pleno de cada “personita” no depende únicamente de la satisfacción de las necesidades básicas de alimentación, sueño, vestimenta, etc.
Es necesario demostrar a los niños que los amamos, ¿cómo?: abrazos, sonrisas, tomarse de las manos, charlas, compartir de tiempo de juegos, estar presentes en sus intereses, estar, etc. Cada cosa tiene su tiempo, y es de suma importancia encontrar un tiempo diario para pasarlo juntos. Los recuerdos más valiosos que tienen las personas son los momentos que han sido compartidos con amor y en familia.
También es importante verbalizar el amor: decir te amo, o te quiero, amarlos SIN importar lo que hagan, de una manera incondicional.
Nuestras palabras deben ser cuidadosamente seleccionadas teniendo en cuenta que el concepto que el niño forma acerca de sí mismo (su autovaloración) depende en gran medida de la valoración que le dan los mayores: cuando los alabamos debe ser de forma sincera, y de manera que integre todo su ser (decir “sos una dulce” es mucho mejor que decir: “lo que dijiste es muy dulce” –esto afecta de forma positiva la autoestima en desarrollo del niño-). Cuando debemos corregir alguna actitud debemos hacerlo enfocados en el hecho, y no en su ser; por ejemplo, no decir: “sos malo”, sino: “rayar la pared no es correcto, para eso puede utilizarse el pizarrón o los cuadernos” (en este caso lo que queremos es corregir una conducta no deseada, por ello debemos reprobar lo que hace el niño, y no su persona).
La condicionalidad de nuestro afecto se transformará en inseguridad y desconfianza en la vida del niño, es muy común escuchar: “dame un beso y te doy un caramelo”, sin embargo esta simple actitud limita una muestra de afecto a una recompensa. Pero el cariño y su demostración no deben estar ligados a ningún condicionamiento, sino que la existencia del otro es el objeto de amor, y no sus actos.
Si un niño se siente amado, si un niño sabe que es amado,
puede amarse a sí mismo, y al resto de la humanidad.
Autora: SUSANA HUCK
Autora: SUSANA HUCK
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